17 agosto 2007

Harina de otro costal

El constante abandono por parte del gobierno Español hacia las Islas Canarias, -y del que ya los isleños estamos sumamente acostumbrados-, no sólo se pone de manifiesto en momentos como los de los incendios que asolaron las islas de Gran Canaria y Tenerife en el pasado mes de julio, tal y como se desprende de la última publicación en este blog referente al artículo del diario La Razón. Ha sido dejada a su suerte desde su misma conquista.
El 26 de marzo de 1906, a las doce del mediodía, desembarcaba en el puerto de Santa Cruz de Tenerife, S.M. Don Alfonso XIII, el primer monarca Español que visitaba Canarias, que ya es decir, visita enmarcada dentro de una política de cohesión de las distintas tierras que formaban el Reino, muy cuestionada entonces dada la crisis política que se vivía desde el desastre del 98 con la pérdida de las últimas colonias Españolas en el nuevo mundo, así como las continuas presiones por parte de los republicanos y anarquistas.
Canarias vivía entonces, -y de esto sólo hace 100 años-, en una situación económica precaria, falta de vías de comunicación tanto marítimas como terrestres, con grandes deficiencias en las telegráficas y cablegráficas, con un importante índice de analfabetismo y pobreza y una lamentable situación sanitaria. Tan sólo las clases acomodadas disfrutaban de una vida digna.
Y es así como conoció Alfonso XIII las islas llamadas Afortunadas, un territorio incorporado finalmente a la Corona de los católicos Isabel y Fernando por el Adelantado Don Alonso Fernández de Lugo cuando dio por terminada una conquista lenta y laboriosa contra los Guanches; tierras con una importantísima situación estratégica en el comercio con África, última escala hacia las tierras de América y un plato francamente apetecible para las potencias como Alemania e Inglaterra, que fueron asentándose en las islas sobre todo durante el último tercio del siglo XIX, invirtiendo en la exportación de productos agrícolas y el transporte de pasajeros. Esta situación, que el gobierno Español empezó a ver con inquietud, unido a la propia situación política que vivía el país, contribuyó en gran medida a la organización del viaje Regio, que los Canarios acogieron con gran emoción y entusiasmo salvo un insignificante número de antimonárquicos. A pesar de la lejanía y el abandono que hasta entonces habían padecido los canarios, el sentimiento patrio y el apoyo a la Corona no se puso en duda en ningún momento y fue motivo de exaltación y agradecimiento por todos los miembros del gobierno que acompañaron al Monarca.
Y sí, digo abandono porque en las crónicas de la época, tanto nacionales como locales, se relataron con todo lujo de detalles cada uno de los movimientos del joven Rey por cada una de las Islas, y en las que se pone de relieve, también con todo detalle, las carencias que estas tierras tenían respecto al resto del Estado Español, y que gracias a esta visita y al empeño del propio Rey, pudieron comenzar a paliarse. A dichas crónicas me remito, así como a las publicaciones de estos últimos años sobre el evento, para cuantos quieran profundizar más sobre lo que digo.
Pero aún hoy en día, las carencias de Canarias respecto al resto de las Comunidades Autónomas que conforman el Reino de España, son del todo visibles. Canarias, digan lo que digan nuestros políticos de turno, sigue siendo una tierra que está muy lejos y, por ende, sus problemas y necesidades, y si no, recordemos por ejemplo la reciente política en materia de inmigración que nos toca vivir en las islas, con una saturación de inmigrantes más que conocida en un espacio de tierra en la que no cabemos más; o por ejemplo el tener que seguir viviendo engañados con un descuento por residente en los viajes Canarias-Península que no sé de qué nos vale cuando cualquier publicidad de viaje a la inversa es impensable para nosotros los canarios. Ya ni comprar en las tiendas de la comunidad indú tiene tantas ventajas como antes. Ya “ni mi casa es ya mi casa”, como diría el propio García Lorca.
Y la lista podría ser interminable. No se conoce Canarias en unos días o unos meses. Hay que vivir al menos unos años en estas tierras de mar y lava para entender lo que digo. Tenemos falta de un montón de cosas que no se solucionan detrás de un despacho oficial y que se adapten a nuestra realidad insular, y no podemos esperar por los refuerzos porque cuando llegan, siempre es demasiado tarde. ¿Es tan difícil entender esto?
Seguiré hablando, lo sé, porque ya me quema demasiado: el transporte deprimente, la contaminación que nos mata, de la Ley de Costas que nos estrecha aún más, de la sobrepoblación que nos ahoga, de los políticos canarios que sólo pasean por la Gran Vía Madrileña, de…; porque hay mucho que contar, porque desde la distancia o no se ve o no quiere verse que estamos mucho más cerca de lo que parece, tal y como se lo hicimos ver hace cien años a Don Alfonso.
Pero a lo mejor, lo que pasa, es que siempre hay alguien que quiere mirar para otro lado. Eso es harina de otro costal, pero no del nuestro.

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