07 septiembre 2007

De visitas guiadas


Nunca me han gustado las visitas turísticas de la mano de un guía, pero mira por dónde, este año durante mis vacaciones de verano, me he tragado dos: en la Cueva de los Enebralejos y en el Palacio de Riofrío.

La Cueva de los Enebralejos está situada en el municipio de Prádena, en la provincia de Segovia, y se trata de una cueva descubierta en 1932 con una longitud de unos 3700 metros, de los que sólo unos 500 pueden ser visitados, y en la que, además de formaciones de estalactitas y estalagmitas, pueden contemplarse aún vestigios de los antiguos pobladores de la zona que se remontan al año 2000 a.C., que utilizaban la cueva como lugar de enterramiento.

Respecto al Palacio de Riofrío, que está situado también en la provincia de Segovia, en el municipio de La Losa, lo construyó en el año 1751 la Reina Isabel de Farnesio, segunda esposa del Rey Felipe V, a la muerte de éste y reinando su hijastro Fernando VI. Es un palacio de estilo Italiano, de planta cuadrada y tres pisos de altura (realmente cuatro si lo miras desde el patio interior), inacabado, y rodeado de un extenso bosque poblado de gamos y ciervos. Habitó este Palacio, también, Franscisco de Asís de Borbón, rey consorte y marido de Isabel II, y fue residencia de luto del Rey Alfonso XII, tras la muerte de María de las Mercedes.

Pero bueno, no era de esto precisamente de lo que quería escribir, -aunque nunca vendrá de más a quienes no conozcan estos lugares-, sino de las visitas guiadas de que disponen.

No deja de ser una comodidad tener alguien que te vaya contando la historia y los entresijos de estos sitios, ya que por lo general, y aunque estemos de vacaciones, queremos hacer tantas cosas que no disponemos de mucho tiempo para empaparnos las guías llamadas de bolsillo que nos ha endosado el librero. Te permite interrogar al guía sobre cuestiones que no te han quedado demasiado claras tras escuchar la grabación que tiene en su cerebro, descubriendo, en muchos casos, que sólo saben eso, lo que tienen grabado.

Lo peor de todo es que no te dejan tiempo para poder disfrutar del sitio. Como te entretengas un poco en un rinconcito del recorrido, tendrás que saltar tres casillas para coger al resto de los visitantes y no perderte. Las visitas pueden llegar a ser agotadoras. De nada te va a servir intentar convencer al guía que vaya más despacio, porque te dirá que no puede porque si no os coge el grupo siguiente. Y yo no me atrevería a patalear porque alertarás al securita de la esquina que te mira con desconfianza.

Imagínese el lector, por un momento, que se encuentra en un museo con visita guiada a todo gas: habrá que hacer la visita unas cuantas veces para ver algo con decencia. Y esto es lo que ocurre, por ejemplo, en el Palacio de Riofrío. En su planta principal, además de los salones y las habitaciones Reales, existe un museo de la caza, posiblemente el más importante en su género y que, gracias a la visita guiada... ni lo ves.

Y cuando, derrotado de las vacaciones y con el pensamiento puesto solamente en que las próximas te quedarás en casa, compruebas que de aquellas visitas sólo te queda una vaga idea, además de la foto familiar por fuera del recinto ya que dentro no te dejan, y el ticket que guardaste como prueba de lo caro que te costó echar un vistazo.