Nos parecía mentira pero, efectivamente, nos volvíamos a reunir un cuarto de siglo después y, como dije en la “Hojaviva”, -la revista de los Antiguos Alumnos Salesianos de La Orotava-, sería uno de esos días que siempre quieres recordar y repetir.
Todo transcurrió durante el pasado y tempestuoso sábado 27 de enero de 2007. Estábamos citados a las seis y media de la tarde en el colegio donde aprendimos nuestras primeras letras y números. Muchos de nosotros no habíamos vuelto a vernos desde entonces, lo que dificultó un poco la “rueda de reconocimiento”, -algo menos de pelo, más “rubio platino”…-, pero con la misma alegría y energía que veinticinco años atrás. Pasamos lista y éramos un buen puñado de viejos compañeros de pupitre. Quizá el mal tiempo no hizo posible que estuvíeramos todos. El amigo Oramas, por ejemplo, vió desde la ventanilla del avión la isla de Tenerife, pero lo devolvieron a la de Fuerteventura por no poder aterrizar.
Tras la celebración de una misa en la que recordamos a otros compañeros que, lamentablemente, ya nos dejaron, compartimos cena junto a otros antiguos alumnos que, igual que nosotros, se reunían tras cincuenta años de salida del colegio.
Y la noche dio para algo más. Luego, más risas, un par de copitas…, la promesa de hacer vida monástica durante unos días tras el exceso de la noche, y el compromiso de repetir en unos años la reunión.
Que así sea.
Todo transcurrió durante el pasado y tempestuoso sábado 27 de enero de 2007. Estábamos citados a las seis y media de la tarde en el colegio donde aprendimos nuestras primeras letras y números. Muchos de nosotros no habíamos vuelto a vernos desde entonces, lo que dificultó un poco la “rueda de reconocimiento”, -algo menos de pelo, más “rubio platino”…-, pero con la misma alegría y energía que veinticinco años atrás. Pasamos lista y éramos un buen puñado de viejos compañeros de pupitre. Quizá el mal tiempo no hizo posible que estuvíeramos todos. El amigo Oramas, por ejemplo, vió desde la ventanilla del avión la isla de Tenerife, pero lo devolvieron a la de Fuerteventura por no poder aterrizar.
Tras la celebración de una misa en la que recordamos a otros compañeros que, lamentablemente, ya nos dejaron, compartimos cena junto a otros antiguos alumnos que, igual que nosotros, se reunían tras cincuenta años de salida del colegio.
Y la noche dio para algo más. Luego, más risas, un par de copitas…, la promesa de hacer vida monástica durante unos días tras el exceso de la noche, y el compromiso de repetir en unos años la reunión.
Que así sea.
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